diumenge, 18 de maig del 2008

Novela caballeresca

Novela caballeresca
El más valeroso caballero andante que jamás ha habido y que jamás habrá, Guillermo de Lavancia, será recordado por todos los hombres por sus nobles hazañas:
Era hijo de un herrero, y desde pequeño mantuvo contacto con las herramientas que su padre usaba y fabricaba, por lo que obtuvo un gran conocimiento que le ayudará en su oficio.
Cuando Guillermo era pequeño, su padre lo envió a casa de un amigo suyo que vivía en una granja alejada de su casa. Él no había ido nunca por lo que, lógicamente, se perdió. Llegó a un camino, por el que él no recordaba haber pasado nunca, y de pronto vio a alguien que se le acercaba. Parecía un hombre que necesitaba ayuda y, tal y como su padre le había enseñado, Guillermo socorrió a aquel desafortunado individuo. Las cosas iban muy bien hasta que el hombre sacó un arma de fuego y amenazó al pequeño herrero a que le diera todo el dinero que encima llevara. Respondíole Guillermo que él no traía nada de dinero, pero insistió el hombre. Cuando se pensaba que de verdad usaría ese artilugio con el que le apuntaba, apareció de entre los árboles un gentilhombre encima de un caballo. Díjole el galán que no era gentilhombre alguno sino un caballero andante, y tal y como la orden de la caballería decía, era su obligación la de ayudarle.
Después de este afortunado encuentro, el pequeño Guillermo decidió que de mayor sería caballero andante y ayudaría a todo aquel que lo necesitara.
Una vez se lo contó a su padre, respondíole él con mala cara, pues creía que ese oficio no daba mucho dinero y añadíole que a ellos les hacia falta.
Pero Guillermo no hizo caso y cuando fue mayor cogió un caballo y se fue a la aventura.
Encontró a un amigo fiel, al que nombró su escudero, el cual llamábase Luis Altázar. Junto a él, se fueron por mar hacia Itália, con marineros, por supuesto, pues nuestro caballero andante no sabía navegar.
Llegaron a Palmi, pero antes pasaron por Acquarone, en Sicília. Allí, Guillermo encontró su amor, una doncella con el pelo castaño y los ojos claros, de tal alta hermosura que el de Lavancia no se pudo resistir a su belleza. Su nombre reflectia la hermosura de su cuerpo, ella era Harmonía de Acquarone, hija del rey de la ciudad. Ésta era una ciudad costera, con mucho comercio por mar y muy turística. Guillermo le declaró su amor y le pidió que se fuese con él a Italia. Pero el padre de ella se negó por lo que Guillermo le prometió que iba a volver a por ella.
Se fue de la bella ciudad de Acquarone y con ella a la hermosa Harmonía y se dirigió a costas itálicas.
Cuando iba con sus marineros y con Luis de Altázar se toparon con una tormenta terrible. Guillermo nunca antes había ido por mar, por lo que no sabía que debía hacer en aquella situación. Uno de los marineros, el cual se llamaba Pedro, tomó el mando y les dijo a cada uno de sus compañeros lo que debían hacer.
La tormenta fue tal, que el mástil del barco se rompió y cambiaron su rumbo. La barca quedó hecha pedazitos y murieron varios marineros pero al final llegaron a las costas de una ciudad llamada Palmi. Era una ciudad en ruinas y no parecía que hubiera nadie por allí. Por lo que decidieron arreglar la barca y partir de nuevo. Pero les faltó madera y Guillermo, Luis y otros decidieron ir a la ciudad a ver si encontraban algo que les sirviera.
No encontraban nada en las calles y decidieron entrar en alguna casa, a ver si la madera de las mesas o las sillas les servía para reconstruir la barca.
Entraron en una casa, y cuando ya habían cogido lo que necesitaban y ya se iban, oyeron una pequeña voz. Era una voz dulce, suave, con miedo. Guillermo se acercó a comprobar qué era, y encontró a una familia, estaban escondidos:
- ¿Qué hacéis de aquí?¿Por qué no salís de este cuarto?
- Es que... hay un montruo, y si salimos nos matará.
- Nosotros hemos andado por las calles de la ciudad y no hemos visto nada.
- Porque se esconde. Se hace invisible, no podemos verlo, ni oírlo. Ya ha matado a la mitad de la población. Nosotros no queremos morir.
- Tranquilo –dijo Guillermo contento pero triste a la vez- yo os ayudaré.
Guillermo salió a la calle, y no hizo falta que buscara al monstruo, pues él le estaba esperando delante de la puerta, en medio de la calle.
Cogió la espada que llevaba atada al cinto y lo apuñalo. Todo fue tan rápido que cuando los demás quisieron darse cuenta el monsturo ya estaba muerto.Entonces emepzaron a salir gentes de sus casas. Todos le dieron las gracias a nuestro caballero por haber salvado la ciudad. Y por el respeto que le cogieron, le ayudaron a reconstruir su barca.

Esta es solo una de las muchas valerosas y respetables hazañas que el gran caballero andante Guillermo de Lavancia hizo en su larga vida como hijo de la caballería.
Las demás hazañas que en su vida cometió, son las que vienen a continuación.